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Sarao, precursor de la danza contemporánea en Guayaquil


“En tiempos de crisis digo que son épocas menguantes y pensé: este no es otro menguante más, sino que es un cuarto de siglo creciente”, dice Lucho Mueckay, director del Centro Cultural Sarao, al describir los altos y bajos por los que ha pasado en estos 25 años este espacio que, además de haber sido el precursor de la danza contemporánea en la ciudad, también ha formado artistas y bailarines y ha dado cabida a grupos y obras nacionales e internacionales.
Su historia empezó a forjarse el 9 de diciembre de 1988, cuando Lucho presentó junto a la costarricense Ileana Álvarez la coreografía Minuit en el Encuentro de jóvenes coreógrafos de San José en Costa Rica. Con ese dueto nació Sarao.
La idea surgió luego de que un profesor cuestionara el sufrimiento de los bailarines contemporáneos en el escenario. “Yo era maestro e integrante de la Compañía Nacional de Costa Rica y las danzas eran muy serias y existenciales. Él nos recomendó acercarnos al público con algo más ameno y cotidiano”.
Lucho e Ileana decidieron ensayar de forma independiente y a partir de lo cotidiano desarrollaron nuevos temas. “Yo era el coreógrafo, pero la creatividad era de ella”.
Al año siguiente Lucho regresó a su tierra natal, Ecuador, junto a Ileana, por invitación de Wilson Pico, quien dirigía el Frente de Danza Independiente en Quito, y con el aval de esta entidad presentaron su propuesta. Ahí se les unió el bailarín Terry Araujo. Pero fue más tarde, por medio de Schubert Ganchozo que Sarao llegó a Guayaquil. Se presentaron en la sala experimental del Teatro Centro de Arte con Los ángeles caídos de la noche. “No hubo mucha gente, la danza contemporánea no existía en Guayaquil”, dice. Un año después Ileana tuvo que regresar a Costa Rica y Terry a Quito.
“Nos unimos un grupo de artistas de disciplinas diferentes como Mirella Carbone, Marina Salvarezza, Jorge Parra y Tanny Flor”, cuenta Lucho. Juntos estrenaron Amor-tiguando, relatos de amor paranormales en el teatro Candilejas del Unipark. Esta unión de talentos es muestra del significado de Sarao, una palabra española que se refiere a tertulia o reunión de amigos que cantan y bailan. “Y eso es lo que ha sido, hay gente que ha venido, se ha ido, ha dejado su aporte. Y hay otras que han permanecido”, expresa.
La falta de escuelas de danza contemporánea motivó a Lucho a priorizar la formación de nuevos bailarines. En 1992, Miguel Donoso Pareja, quien era el presidente de la Casa de la Cultura, lo invitó a dar un giro contemporáneo a la Escuela de Ballet y el equipo de Sarao asumió ese reto. “Decidimos hacer la sala grande un salón de enseñanza, donde la gente aprendía sobre lo contemporáneo. Era un sitio de experimentación”, indica. Ahí surgieron obras como Muerte Vieja, Tiempos de aceitunas y Crónica de luto cerrado.
Daniel Ortega, actual presidente de la Asociación Cultural Sarao, describe esta agrupación como la precursora de la danza contemporánea en Guayaquil.
El apoyo de la Casa de la Cultura desapareció con el término del periodo de Donoso. Entonces Sarao decidió tener su propio espacio. Pusieron una escuela en la 9 de octubre. Pero fue el 25 de agosto de 1995, cuando se inauguró el centro cultural ubicado en la Kennedy, con No puedo verte triste porque me mata. Alquilaron el terreno y lo primero en construirse fue el salón de danza, ya que la prioridad era enseñar. Diana Moreno, quien era alumna de Sarao y estudiaba arquitectura, diseñó lo que hoy es el espacio y poco a poco se fue construyendo. Algunos artistas plásticos los apoyaron donando cuadros para que subastaran y consiguieran el dinero.
“Cuando íbamos reuniendo para poder comprar este terreno, vino la dolarización y ya no pudimos”, dice Lucho, que añade que de ahí en adelante para un colectivo de danza teatro sin apoyo institucional “ha sido difícil mantenerse en pie”. De hecho, tras 18 años el espacio aún es rentado.
El proyecto
La necesidad de tener un lugar propio aumentó cuando por problemas económicos estuvieron a punto de cerrar el centro cultural, hace aproximadamente tres años.
Varios integrantes dejaron la asociación y perdieron dos festivales, Fragmentos de junio y el Festival de Artes, que nacieron en Sarao. “Un día extrañamente nos dimos cuenta que ya no nos pertenecían sino que fueron registrados con otro nombre”, lamenta Lucho, ya que estos festivales tenían mucha acogida y partida económica.
Por esta razón surgió la idea de crear una campaña que permitiera destinar un porcentaje de ingreso a una cuenta de Sarao hasta llegar al monto necesario para poder comprar la casa de la Kennedy en la que están ubicados actualmente.
Esta campaña denominada Casa propia para botarla por la ventana empezó en junio de este año. Un porcentaje de cada entrada es destinado para la campaña; y a pesar de tener solo tres meses, está dando resultados. “No podemos decir que ya tenemos el valor total, pero vamos por buen camino, la ayuda de la gente es primordial para el éxito de la campaña”, indica Daniel.
La realidad del espacio de teatro es que no pueden afrontar un año más de renta, según el presidente de la asociación, por esto, además de la campaña, Sarao sigue en busca de un préstamo para comprar la casa. Lucho asegura que algunos colegas y amigos han colaborado con el proyecto, por eso mantiene la esperanza de que alguna institución también lo haga.
“Queremos que este espacio sea nuestro para que siempre haya un lugar dónde hacer teatro, no por nosotros porque las personas somos efímeras, sino para dejárselo a los guayaquileños”, dice.
Por los 25 años
Septiembre en Sarao es el mes de la mujer y para celebrar los 25 años de aniversario y seguir con la campaña Casa propia para botarla por la ventana, habrá mucho teatro.
Esta es la décima edición de Encuentro de Mujeres en Escena, Tiempos de Mujer 2013, en el que participan varios grupos de teatro.
Daysi Sánchez y Alexandra Almeida presentarán Ensayo de vuelo, hoy a las 20:00. Valor $ 10. Desde Colombia llega el grupo Umbral con La que no fue, un monólogo dirigido por Carolina Vivas. El espectáculo será mañana a las 21:00. Valor $ 12. Bruma, del grupo Teatro del Cielo, culminará el encuentro el sábado a las 21:00. Valor $ 10.
Además también habrá títeres para niños con Anita von Buchwald, el domingo 22 a las 16:00. Entrada $ 7. Para terminar Hanoi Mueckay dará un concierto retro llamado The 90’s, el próximo viernes 27, a las 22:00. Valor $ 10. (Kennedy Vieja, calle Primera Oeste 313 y av. del Periodista).
18
años han pasado desde que se inauguró el local de Sarao, en la Kennedy.
Campaña
Desde junio Sarao comenzó con el proyecto Casa propia para botarla por la ventana, que tiene como objetivo recaudar fondos para tener un espacio particular.

Opiniones

Hay que recalcar que si Sarao sigue en pie hasta ahora, gran parte del logro se lo debemos a Lucho, él siempre nos ha dado esperanzas para seguir en esto”.
DANIEL ORTEGA,
presidente de la Asociación de Sarao
Sarao para mí es como una familia, algo muy cercano donde se baila, canta y se hace teatro. Merece tener un espacio porque lleva 25 años de arte vigente”.
OMAR AGUIRRE,
actor y encargado de los talleres
Este lugar ha sido mi casa, aquí empecé hasta formar parte del elenco. Todos aquí siempre me han abierto las puertas, por eso, mucho de mis logros se los debo.
ÁNGELA ARBOLEDA,
presidenta de Coorporación Imaginario
La mayor valía es haberse constituido como un refrente de las artes en Guayaquil. Es estimulante ver que con altos y bajos ha logrado mantenerse.
LOLA MÁRQUEZ,
comunicadora del Ministerio de Cultura
http://www.eluniverso.com/noticias/2013/09/19/nota/1461296/cuarto-creciente-sarao


La hora más triste de Sarao

 
 
 
 
 
 
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Tras veinte años de trabajo, con el elenco dividido y una deuda –para él- enorme, Lucho Mueckay, fundador del grupo artístico, cierra lacasa que es un referente del teatro y la danza contemporánea en Guayaquil
Primer acto. Una sala de teatro vacía. Lucho Mueckay (Guayaquil, 1957) se sienta en un banquillo. Posa para la foto. Está casi a oscuras, quizá porque el técnico de la luz no ha venido. No tiene para qué venir. Y el actor y dramaturgo solo ha logrado encender un foco cenital que alumbra su rostro. Toma el paraguas, tapizado de páginas de periódicos, ese que tantas veces usó en Diario de un loco. Lo pone sobre su cabeza y empieza a improvisar un monólogo, actúa para la cámara. Se transforma en el asistente número tres del Ministerio de Anexos y Varios. En sus ojos hay una certeza: este es el fin de una época. Cierra Sarao, su teatro. Y él intenta sonreír. Seguir actuando.
Hay un complot para acabar con la luna, replica esa suerte de demente metafísico que Mueckay interpreta en Diario de un loco, adaptación de laobra de Nikolai Gogol. Y mientras ese loco, que se llama Ausencio González, sueña con escaparse del manicomio y proteger a la luna, su intérprete sueña desde hace varios meses con que su obra –esa que empezó hace 21 años- no termine.
Pero es difícil soñar cuando hay deudas y problemas en el camino. Lucho despierta, y la realidad cae pesada como el cemento. Sarao afronta su peor crisis. Todos se han ido, y él ha conformado un pequeño equipo, al que llama “el comité de cierre”. Ahí están su hermana Pilar; Jenny Herrera, administradora; Gabriel Quimís, jefe técnico del teatro; Daniel Ortega y Camila Moncada, dos de los estudiantes de danza y teatro. Laconsigna: reunir los 20 mil dólares que deben –el mayor rubro es de la renta que no han pagado desde el año pasado-, y cerrar con dignidad.
Cuando, en 1994, Sarao alquila el local en la vieja Kennedy, esto era solo un galpón abandonado. Había sido una fábrica de comida para aviones. Ellos construyeron el teatro, pero “de aquí no me pertenece nada. Ni un solo tacho de luz, ni una sola tabla del escenario porque esta es una organización sin fines de lucro cuyos estatutos prohíben vender, solo podemos donar en caso de cierre”, dice el actor, iniciador de la danza contemporánea en el puerto. La casa es de propiedad del médico Luis Carrión. Para Mueckay, un mecenas del medioevo reencarnado que admira a los artistas y los ayuda.
Primer flash backEsta historia empieza en 1988, en Costa Rica, cuando Ileana Álvarez y Lucho Mueckay se conocen. Ella es costarricense y trabajan como bailarines en la compañía de Danza UNA (Universidad Nacional de Heredia de Costa Rica). Él había terminado sus estudios en México, y fue contratado por UNA como coreógrafo, co-director y maestro. Se hicieron amigos, confidentes, pareja, y un día se dijeron: no nos gusta más lo que se hace en esta compañía, hagamos algo propio. Así surgió Sarao –una palabra latina que quiere decir juerga, cachondeo, fiesta nocturna-.
Luego de un año y medio en Costa Rica, Lucho decide volver al Ecuador, invitado por Wilson Pico y el Frente de Danza Independiente, e Ileana lo sigue. Se les une Terry Araujo, un bailarín quiteño, y hacen un trío. Se instalan en Quito. Más tarde, invitados por el músico Schuberth Ganchozo y el bailarín Jorge Parra presentan Los ángeles caídos de la noche, en Guayaquil. Entonces, Parra le propone a Mueckay que se quede en Guayaquil, porque “aquí está todo por hacer”. Lucho le hace caso, pues la danza contemporánea no existía en el puerto. Ileana regresa a Costa Rica y Terry se queda en la capital. Primera ruptura del elenco. “Esto es como los matrimonios: se terminan, pero el amor queda, las huellas quedan”.
La danza contemporánea era algo rarísimo en Guayaquil, a las primeras obras no iba casi nadie. Pero Sarao se consolida con Jorge Parra, las actrices Mirella Carbone, Marina Salvarezza, Tani Flor y el escenógrafo Víctor Chung Sang, sobrino de Mueckay. Montan la obra Amor-tiguando (relatos de amor paranormales), la primera de Sarao, con nuevas coreografías y aquellas creadas antes con Ileana.
Se instalan en el viejo edificio de la Casa de la Cultura del Guayas. En esa época Miguel Donoso era el presidente, y apoya el proyecto. Saraoempieza a formar bailarines contemporáneos y surge la primera generación: Fanny Herrera, Omar Aguirre, Fernando Rodríguez y José Manners.
Este Sarao, con parches y adioses, ha logrado supervivir más de dos décadas. En el medio, hicieron obras tan memorables como No puedo vertetriste porque me mata, Crónica de luto cerrado, Antígona, Fiel Piel de Hiel, La boda, Signos retrospectivos, El vuelo de Lavoe, Pedro Navaja, Civilizatoria. Además, crearon dos festivales (el de Artes Escénicas y el encuentro de danza Fragmentos de Junio), la Maratón del Humor, el laboratorio Humor Sapiens, formaron un público para la danza contemporánea y a decenas de artistas, entre actores y bailarines. Algunos de los que fueron sus alumnos, luego pasaron a formar parte del elenco: Michelle Mena, Nancy León, Paola Cabal, Ángela Arboleda, Cindy Cantos, Wendy Leyton, Daniela Vallejo, Susana García, Valeria Guerrero, Mario Suárez, Vanessa Guamán, entre otros.
Segundo acto. Lucho Mueckay está solo en la casa de Sarao. Piensa en voz alta en qué se equivocaron. Intenta dar con la respuesta. Sarao nunca tuvo un gerente –y peor aún gerente financiero-, a nadie se le ocurrió que era necesario en una organización que iba creciendo, hasta hace cinco años atrás.“Esta es una agrupación de artistas. Es muy difícil encontrar un artista que sea un gran administrador. Nosotros solo sabemos hacer arte”. Todos hacíande todo. Y ese fue el error. “Éramos actores, bailarines, vendedores de taquilla, programadores, publicistas y administradores, que aprendíamos en lamarcha pero nos olvidábamos de trabajar para el futuro”.
El problema financiero va de la mano de la crisis de elenco. Los bailarines y actores que lo integraban se han ido. No porque sean mala gente –“no ha habido en nadie mala fe”-, sino porque no podían aguantar más. Tenían que comer, y Sarao no era rentable. “El gran proyecto de los seres humanos es ser feliz, y para poder construir la felicidad en el tercer mundo se necesitan recursos. Ellos se fueron a buscarlos a otro lado. Y eso es perfectamente natural. Se mantuvieron hasta que ya prácticamente fue imposible”.
En privado –y por varios años-, Mueckay y Parra habían hablado de la posibilidad de cerrar. “Hubo muchos momentos de crisis, en que decíamos: hay que ver si realmente tenemos la necesidad de festivales, tal vez hay que volver a esa idea originaria de crear proyectos, obras para llevarlas fuera del país, pero seguíamos aquí programando e intentando sostener el lugar”.
Fue este año, en abril, cuando se produce la ruptura definitiva, y Jorge Parra renuncia. Fue el primero en hacerlo. “Fue concluyente, quiso ponernos el ejemplo al decir: ya no va más, algo tiene que pasar”. Ahora Parra coordina el FAAL y da clases en el ITAE. Los demás se quedaron un poco más, pero luego uno a uno se fueron. Mientras tanto, la mensualidad era una bola de nieve que seguía creciendo y creciendo. Lucho hacede todo –incluso se presenta en empresas privadas con sus célebres personajes de Manuco y la Profesora Norma Lixta- para pagar la deuda, y poder cerrar.
Segundo flash back. Mueckay es el noveno de diez hermanos. Su padre, Julio, era un médico frustrado que, como buen descendiente de chinos, trabajaba de comerciante y era dueño de una gasolinera. Su madre, Ángela Herminia, provenía del campo. Nació en el recinto El Delirio, en la provincia de Los Ríos, y su hijo la recuerda como una creativa, una enamorada de la naturaleza. “Cuando yo le preguntaba por qué la luna tenía ese rostro, decía que porque allí vivían duendes, bailarines, animales”.
Lucho nació en Seis de Marzo y Pedro Pablo Gómez, pero la familia se cambió de barrio cada año, cual nómadas. Él supo desde los ocho años que lo suyo iba a ser el teatro. Soñaba con actuar, dirigir, producir. Cuando era pequeño, su padre lo envió a Estados Unidos a estudiar inglés a una escuela fiscal, y se sorprendió al ver que el teatro de aquella escuela era muchísimo mejor que el de la Casa de la Cultura de ese entonces. “Como yo no sabía inglés, me ponía a pasar los sombreros, los maquillajes, las pelucas para formar parte de ese mundo”. Volvió convencido.
De adolescente admiró a Charles Chaplin. Lo veía por televisión, e imaginaba que tenían un acuerdo tácito, mudo. Chaplin se caía, se levantaba y Mueckay esperaba que mirara a la cámara, que parpadeara. Cuando lo hacía, sentía que le decía: esto es lo tuyo, lo que tienes que hacer. Otros de sus más importantes referentes son Pina Bausch, alemana y creadora de la danza-teatro, y la coreógrafa Mary Wigman.
En el colegio Aguirre Abad creó un grupo de teatro, Retablín. Montaron las obras de Pipo Martínez. Lo invitaron y él fue. El evento salió en el periódico. Cuando se graduó, siguió con el grupo, y también montaba obras para niños. En el medio, trabajó en la gasolinera de su padre, haciendo traducciones en una empresa japonesa, de inglés a español, escribiendo guiones para Ecuavisa, estuvo en El Juglar, y empezó a estudiar Medicina –para darle gusto a su padre-, pero cuando vio el primer cadáver sobre la mesa salió corriendo. Luego, inició Literatura, pero desertó.
Una de sus obras infantiles la vio Justo Campaña, ejecutivo de una agencia de viajes, quien le hizo una pregunta importante: ¿por qué no te vas a estudiar al extranjero? Él le pagó los pasajes para México donde estudió y vivió ocho años.
El 24 de mayo de 1979 se fue al DF, tenía 22 años. Allá estudió en el Centro de Arte Dramático, en la escuela de teatro de Abraham Oceransky,en la Nacional de Danza Contemporánea del Instituto Nacional de Bellas Artes, en el centro superior de Coreografía de México, y a la par hizo una licenciatura en Comunicación en la Universidad Autónoma Metropolitana.
Su padre le pagó los estudios, hasta que se enteró que había sido aceptado en la escuela de danza. Pero cuando empezó a ganar premios decoreografía, su papá empezó a cambiar. “Mi mamá me contaba que cuando salían los recortes de mis premios, él se los enseñaba a sus amigos”.
Cuando regresó al país con la idea de montar Sarao, su padre ya estaba muy enfermo, de cáncer. Y él comenzó a ir a sus espectáculos. No se perdió uno solo. “Una vez en que yo bailaba en el teatro Sucre de Quito, él viajó en carro para verme, a pesar de estar muy enfermo. En otra ocasión que representaba a la ciudad en unas jornadas de danza-teatro, recibí, antes de salir al escenario, la noticia que los médicos lo habían desahuciado”.
Tercer acto. Lucho toca todas las puertas que puede. Recién hace tres años, Sarao recibió la primera ayuda formal del Estado para financiar dos proyectos: del Colegio al teatro y los dos festivales, por parte del entonces ministerio de Educación y Cultura. Pero cuando el ministerio se dividió, el primer proyecto desapareció, y el segundo se redujo.
Lo difícil es que Sarao ha venido trabajando en proyectos donde se involucraba tanto lo educativo como lo cultural, y con la nueva estructura era lógico que Educación ya no los apoyara porque Contraloría les dice que eso es eminentemente cultural. Les tocó vivir el impasse.
Nunca hemos tenido algo parecido a un aporte mensual, solo hemos recibido ayuda en forma de trueques, colaboraciones y para proyectos específicos”. Y ahí vino otro error. Sarao recibía recursos solo de los proyectos, pero el dinero que le correspondía a Sarao (sala de teatro, honorarios) era destinado para pagar cuentas vencidas de meses: renta, luz, sueldos, lo que era urgente. “Era la manera de mantenernos, hasta las familias lo hacen. Se pagaba el pasado, pero no se capitalizaba el futuro. No es lo mismo trabajar en casa propia o en instalaciones que el Estado regenta, que sobrevivir pagando alquileres altos”.
Del Municipio –que nunca los ha ayudado en el pasado-, Mueckay logró ahora reuniones con autoridades que han mostrado preocupación por el cierre. También, el actual ministro de Cultura, Ramiro Noriega, se reunió con el actor para expresarle su apoyo en futuros proyectos. “El ministro Noriega está muy preocupado de que 20 años de trabajo en esta ciudad se vayan por la borda. Y entre él y las autoridades locales de cultura buscan mecanismos idóneos para que el proyecto educativo y artístico se enrumbe por otros caminos”.
A pesar de tener el cierre encima, este año Sarao ha ganado tres premios: uno del Consejo Nacional de Cine para que la obra No puedo vertetriste porque me mata, de autoría de Mueckay, sea convertida en guión de película, y dos del FAAL. Caracol y colibrí, una obra que se montó en plena crisis, ganó en la categoría Teatro, y también se llevó el premio en Danza con Hoy cambiará la vida, también de Mueckay e interpretada por el grupo Prema de la Universidad Laica Eloy Alfaro. Además, presentó Diario de un loco en Quito, y la exhibió en la IV Muestra Internacional deTeatro de Lima, en noviembre.
Yo admiro de toda la gente que me ha acompañado en estos veinte años esa gran capacidad de sacrificio, de haberse mantenido aquí hasta que ya no pudo más. Lo esencial no son los errores, sino lo que se aprende de ellos”. Y es que Mueckay no ve esta crisis como algo malo, sino como una oportunidad, un ciclo que se cierra para dar paso al siguiente. Y sabe que en una sala de teatro, aún vacía y sin luz como esta, todo puede pasar.
(Texto publicado en la revista Mundo Diners 2010)
http://marcelanoriega.wordpress.com/2011/01/09/la-hora-mas-triste-de-sarao/


 Lucho Mueckay ‘MI VIDA HA SIDO CREAR GRUPOS Y ABRIR ESPACIOS’
León Sierra Páez
Lucho Mueckay es parte invariable de la historia del teatro y de la danza guayaquileños, construida a golpe de provocaciones, de rupturas y hasta de desencantos. Aunque siempre se ha hablado de que las artes escénicas deben ser entendidas como una “fortaleza capaz de transformar la realidad” -dice- también ha habido muchas resistencias y una falta casi total de coherencia entre los afanes y los deseos incumplidos por el menoscabo institucional.
Parte del recorrido de Mueckay está lleno de descubrimientos y de contingencias, de duendes y fantasmas que le iban señalando un camino que debía perfeccionarse con el apoyo de viajes, estudios y riesgos compartidos. Y, sin embargo, siempre hay un punto de partida y en este caso fue primero la escuela y después el colegio, los amigos y compañeros e incluso algún profesor que se dejó vencer por las urgencias de un niño y adolescente curioso e intuitivo. Pero reivindica un gran derecho, propio de quienes se dedican a las artes escénicas: el de equivocarse.
Uno aprende equivocándose. Yo valoro más las equivocaciones que los pequeños éxitos. Siempre sentía que me apasionaba crear grupos, no formar parte de ellos, sino crearlos –subraya Mueckay.
Recuerdo que la gran cantidad de obras que se hizo fue por la cercanía con Martínez Queirolo. Yo actué en Réquiem por la Lluvia… hicimos casi todas sus obras, él se interesaba, supervisaba y le gustaba que en los colegios hubiese teatro. Era todo empírico, históricamente fue el primer grupo de teatro del colegio, pusimos luces cortinas, todo. Había un movimiento estudiantil muy interesante, el Colegio 28 de Mayo, el Colegio Nacional Guayaquil, tenían grupos de teatro, como estos eran colegios de chicas, nos juntábamos y montábamos obras para elencos grandes, esto es en el año 1975.
¿Qué es el teatro para este creador escénico a tiempo completo? Un espacio escénico y un grupo de personas que debe encontrarse más temprano que tarde. Es el “diario de un loco” escrito desde la poesía, y que para menguar los efectos de ese desequilibrio inventaba personajes y situaciones todo el tiempo. Más que situaciones fueron encuentros, realidades, escenarios que alcanzaron dimensiones importantes en la trayectoria de Mueckay.

Al salir del colegio debía definir el próximo derrotero. Ingresó a la universidad para estudiar literatura teatral que no cubrió sus expectativas. Decidió viajar a México juntando algunos ahorros producto de su trabajo en una gasolinera y escribiendo guiones para el canal Ecuavisa.
Me fui. Estudié en el Centro de Arte Dramático. Allí descubrí la danza contemporánea y seguí en el Instituto Superior de Bellas Artes la carrera de bailarín, pasé después al instituto superior de coreografía. Pero como en estos institutos no daban títulos, entré a la Autónoma y obtuve el título de comunicador, más por la necesidad legal de tener un permiso de residencia como estudiante, que solo una carrera en una universidad me podía otorgar.
Antes de regresar al país fue invitado a la Universidad Nacional de Heredia en Costa Rica a ser bailarín y maestro de la compañía Danza UNA, que ahora es una de las más importantes. Y estuvo casi dos años. Fue allí donde nació Sarao, que fue un “parto de disidencia”. ¿Por qué, le pregunto?
Estábamos en la Compañía de la universidad, presentábamos y hacíamos lo que nos pedían como asalariados y bailarines de un grupo profesional. Sin embargo, con una compañera, Ileana Álvarez, una bailarina muy buena, muy histriónica, siempre queríamos otras cosas. Recuerdo una vez que un sociólogo argentino se acercó, después de una función, y nos preguntó por qué los bailarines de danza contemporánea sufrían tanto y se azotaban contra el piso, y nos sugirió utilizar un poco el humo. Nos regaló música, libros que hablaban del humor;  empezamos a leer y al tiempo a crear algunas danzas que contemplaban el humor,  la voz y también lo teatral. Así nació Sarao. En el marco de uno de los festivales más importantes de San José, en Costa Rica, el Festival de Jóvenes Coreógrafos.
¿Te lo trajiste al Ecuador o te tocó regresar? –insisto.
Bueno, yo creo que salí de México como iniciando el regreso a Ecuador. Tuve un encuentro con Wilson Pico, en San José, y me invitó al Frente (de Danza Independiente), que yo ya lo conocía pues en mis vacaciones ya había venido a Quito y me había acercado a Wilson, a Kléver, al FDI, con los Cornejos, con María Luisa González que era lo más representativo que había en el país en danza contemporánea. Y pues, cuando volví al Ecuador lo hice a Quito. Mi primera representación como Sarao fue en el teatro de la U.N.P. (Unión Nacional de Periodistas) con aquellas danzas que con un hilo conductor las llamamos Los Ángeles Caídos de la Noche.
Ahí se nos juntó Terry Araujo, esto fue en el 89 o el 90. Conocí a Schubert Ganchoso que tenía una fundación y me presentó en el Teatro Centro de Arte y cuando llegué pensé: ¡Aquí hay que hacer todo! ¡Está todo por hacer! Tal vez por eso la prensa dice ahora que soy el pionero de la danza contemporánea en Guayaquil. Yo no lo tomo como un título, sino como una realidad, lo leí en un titular.
En Guayaquil se había dado un salto de la época del ballet clásico a la danza de espectáculo, pero no una entrada clara a la danza contemporánea. Mueckay hace referencia a espectáculos como Amortiguando,Relatos de Amor Paranormales.
La gente nos recibió muy bien, -agrega con un tono convincente- aunque con bastante asombro. Pero hubo muchos bailarines clásicos que empezaron a interesarse y yo empecé a dar talleres dispersos hasta que se abrió el espacio de la Escuela de Danza de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en la época de Miguel Donoso Pareja como presidente del Núcleo del Guayas. Miguel me conoció en México, sabía de mis reconocimientos en certámenes en el DF y me dijo: “Mira yo quiero darle la vuelta a esta escuela, volverla mucho más abierta a otras técnicas, otros lenguajes, otras tendencias…” y eso es lo que hicimos cuando me  nombraron  director. Pero obviamente, le pedí que fuera un espacio para mi propio grupo. Hicimos tanto en esa época. La sala grande la convertimos en un pequeño teatrito porque a mí no me gustan los procesos demasiado prolongados cuando no entra el público, así que decidí mostrar, porque para eso estamos. Mi vida ha sido crear grupos y abrir espacios.
Lucho Mueckay no puede dejar de referirse a uno de los personajes más emblemáticos de su trabajo: la profesora Norma Lixta.
Es mi alter-ego femenino –señala. Es un deseo de verme cuando sea vieja. Norma Lixta nació como una compilación de todas las maestras de escuela, las lindas, las malas, las brujas, las tiranas, las maternales, las que te marcaron para toda la vida. Yo quería hacer un personaje porque siempre quise hacer café-teatro, a pesar de que doy talleres de Stand-up comedy.
Lo que pasa que entre tantas cosas que he hecho, también he sido un gran investigador del humor, y digo “gran” porque me apasiona. Siempre quise hacer un personaje que hable políticamente de ciertas cosas, que esté más allá del bien y el mal y ese es una maestra. A una maestra se le disculpan ciertas cosas y cuando uno es niño, se le cree. Entonces imaginé este personaje, que más que personaje es una modalidad para dar charlas, sobre el amor, sobre la navidad, sobre el día del amor, etc. Es un clown sin nariz, sin palabras y va para los dieciocho años.
Luis Mueckay habla de lo humano y lo divino con el mismo convencimiento y pasión. Su pasaje por el Juglar, el contacto inicial con Ernesto Suárez fundador del grupo, hasta la creación de Sarao como una misma vereda.
En el Juglar estuve poco –agrega- tan poco que cuando ellos hacen sus memorias, ni siquiera me toman en cuenta, pero me sirvió el contacto con ellos para darme cuenta que aquello que quería hacer tenía que hacerlo bien. Esto sirvió, por ejemplo en el acercamiento a mi padre, porque yo le dije: “mire, independientemente de que no haya ayuda suya yo me voy, me tengo que ir, me voy a estudiar…” Causó un conflicto familiar que yo no quisiera ser médico, porque ese era su sueño, yo ahora lo entiendo, él quería ser médico y nunca lo dejaron; yo era el menor de los hijos, todos mis hermanos mayores no habían querido ser médicos. Por un acto de condescendencia con mi padre, me inscribí en medicina, pero el primer momento en que vi un cadáver me caí para atrás.
Vuelve a Sarao, al espacio que compartió Junto a Jorge Parra. Hace una pausa. Toma una gran bocana de aire, busca las palabras precisas con las cuales anticipa un gesto que es propio de su carácter: sonreír y entreabrir sus ojos ligeramente achinados.
Cuando Jorge (Parra) renunció a Sarao –nos cuenta- se llevó los festivales con él. Lo entiendo ya que les habíamos conseguido partidas presupuestarias de parte del estado. Nosotros nos quedamos bailando con la más fea, que es mantener el espacio escénico de Sarao. Así, una vez, un asiduo al teatro, al humor, a la danza, que es el Canciller (Ricardo) Patiño, en una de sus visitas como espectador, me propuso la dirección de promoción cultural de la cancillería.
Por algún tiempo no le contesté, ya que también tuve miedo de dejar de hacer lo que me gusta, entonces le planteé que aceptaba siempre y cuando no me baje del escenario y me dijo el Canciller: “Yo no quiero que te bajes del escenario, sino la gestión, que puedas poner en práctica, tu saber para llevar una imagen de lo cultural al mundo”. Ha sido un gran aprendizaje y un ejercicio para no convertirme en  burócrata, y claro, conocer y poner en práctica aquello que son los acuerdos internacionales, los convenios de intercambio, etc.
De la gestión, hay que decir que nosotros, los que nos fuimos, los que hemos abierto espacios, es una experticia que debe de ser aprovechada. Los artistas y los gestores hemos construido un camino que hay que abonar.
Lucho vuelve a sonreír y se despide con un abrazo. Corre rumbo a una reunión interministerial de cultura. Nosotros recogemos las cosas de la mesa y en el horizonte vemos que las nubes cargadas nos dicen que una lluvia temprana de invierno nos acompañará, a Lucho Mueckay y a nosotros en esta tarde después de hablar de su historia en el teatro ecuatoriano.

Un pensamiento en “Lucho Mueckay ‘MI VIDA HA SIDO CREAR GRUPOS Y ABRIR ESPACIOS’ | León Sierra Páez

http://www.elapuntador.net/revista/el-apuntador-n50/memoria/lucho-mueckay-mi-vida-ha-sido-crear-grupos-y-abrir-espacios-leon-sierra-paez/



HOY SARAO CELEBRARÁ CON TEATRO EN EL MAAC

“De nada sirven infraestructuras sin formación artística”

El Centro Cultural Sarao cumple en diciembre 25 años. Lucho Mueckay hace una revisión de los procesos que la sala ha experimentado. El espacio es uno de los referentes de las artes escénicas de Guayaquil.

¿Quién es? Nombre completo: Lucho Mueckay Profesión: Actor, coreógrafo, gestor cultural Nacionalidad: Ecuatoriana Experiencia: Ha dirigido Sarao por 25 años. Ha trabajado en obras de autores como Moliere, Gogol, entre otros.
Redacción Cultura
¿Qué implica para el Centro Cultural Sarao llegar a 25 años de gestión, en la que resaltan las presentaciones artísticas, la formación de públicos, actores y bailarines?
Somos un referente en el movimiento de la danza contemporánea de Guayaquil, no solo por haber sido sus precursores sino también porque perseveramos en abrir sus esferas. Nuestras producciones teatrales, personajes de humor y festivales son hitos en la historia de las artes escénicas del país. Actualmente Sarao es una de las pocas salas de gestión independiente que sobrevive a pesar de la falta de recursos. Son algunos logros que, habiendo rebasado en mucho los propósitos iniciales, se han vuelto nuevos desafíos para continuar.
Sarao ha planteado un escenario para las artes escénicas en Guayaquil. ¿Cómo cree que ha evolucionado la propuesta cultural en una ciudad como esta?
Es indudable que las propuestas se han incrementado. Y Sarao ha puesto y sigue poniendo una gran cuota en la generación de nuevos artistas y espacios. Me atrevo a decir que, en el plano de la construcción de nuevos públicos, hemos colaborado en la evolución de criterios de excelencia cuando se escoge lo que se va a ver.
Desde su experiencia, ¿cree que la gestión cultural ha estado reñida con la gestión política de la ciudad y del país?
En ese aspecto, Sarao en 25 años le ha dado mucho a la ciudad, pero en lo que corresponde a la ayuda municipal, no ha habido un interés de apoyar el proyecto, al contrario... Al otro lado, las políticas estatales en materia cultural –pese a los grandes avances de los últimos años-. Todavía hay una deuda en la cabal comprensión de lo que las salas independientes han conquistado y son capaces de generar. Pero con mi equipo pensamos en positivo, confiamos en que dentro de la democratización cultural haya una visión más solidaria en logros como el de Sarao, que no es el único.
Si tuviera algo que reprocharles a estos 25 años de trayectoria, ¿qué sería?
Todo ha sido un aprendizaje con momentos felices y otros no tanto. Puntualmente, reprocho no haber registrado en el IEPI (Instituto Ecuatoriano de la Propiedad Intelectual) los 2 festivales que se originaron y evolucionaron en Sarao y que tenían auspicios ya conseguidos. Cuando lo quisimos hacer, nos encontramos con la sorpresa de que habían sido apropiados por un antiguo administrador, a pesar de haber prometido -por escrito- dialogar sobre el destino de ellos. Pero ya es capítulo pasado, ahora nuestra atención se dirige a proyectos nuevos y espacios de mayor inclusión social.
Tiempo atrás se presentaba con Arteamérica, en el Teatro Centro de Arte. ¿Cómo ve hoy el trabajo colectivo de los grupos artísticos en la ciudad?
Los grupos avanzan sus propuestas estéticas y formas de producción en su propia trayectoria. Las alianzas son naturales y duran lo que duran, se transforman. Va quedando la experiencia. Sarao sigue, hoy en día, forjando alianzas estratégicas. Dentro del Ecuador con la Compañía Nacional de Danza, la Fundación Narices Rojas, la Fundación Mandrágora, la Fundación La Garza Roja; el grupo Palosanto de Manta, entre otros. En el exterior, con la Escuela de Danza de la Universidad Nacional de Costa Rica. Y también con una serie de grupos, artistas y gestores culturales, unidos no solo por una gran amistad sino también por la visión de seguir impulsando el movimiento escénico local.
En esta época hay grupos como Daemon, La cuarta pared, que están generando teatro, y espacios que lo propician como el Centro Cívico, Centro de Arte, el ITAE, el Sánchez Aguilar. ¿Qué opina de esas iniciativas?
Toda iniciativa es bienvenida, enhorabuena por Guayaquil y por las artes escénicas. Sin embargo, si no contamos con una infraestructura verdaderamente democratizada, descentralizada, con circuitos de presentaciones que vayan a donde está la mayoría de la población, las propuestas (inclusive las de Sarao) cederán al elitismo. ¿Se da cuenta por qué la televisión comercial sigue imponiendo gustos y costumbres?
Hace un tiempo Ramón Barranco, director artístico del Teatro Sánchez Aguilar, decía que a Guayaquil le hace falta un teatro institucional (municipal/estatal) que proponga. ¿Cree que el Estado se ha olvidado de proporcionar no solo los espacios sino solventar los procesos artísticos en la ciudad?
De nada sirven las grandes infraestructuras si no existe una verdadera formación artística sustentable. Los procesos artísticos son de los artistas, institucionales o independientes. Las políticas culturales deben facilitar y acompañarlos para que aterricen en la mayoría de los ciudadanos. Por eso saludo y le tengo fe a la naciente Universidad de las Artes, un proyecto innovador de este gobierno. Pero los procesos independientes que le han antecedido no pueden ni deben ser relegados.

Sarao sufrió/sufre por la falta de dinero para apuntalar sus procesos de formación y de representación. ¿Cómo resolverlo?
Adquiriendo nuestro ‘propio’ espacio para superar el nerviosismo financiero mensual. Sin holgura y tranquilidad no queda energía para el sueño creativo y didáctico. Persistiremos en la construcción de públicos que, a través de un nuevo elenco, podamos reinventar contenidos, obras, formas de producción y difusión. Acudiendo a nuevos auspiciantes, donantes y colaboradores que han reconocido que vale la pena sostener un proyecto para la ciudad que se ha mantenido por un cuarto de siglo. Nuestra campaña “Casa propia para botar por la ventana” ha de ser muy agresiva en 2014. El equipo se resiste a creer que ha arado en el mar. Creemos aún en la ciudad y su gente.
SARAO: 25 AÑOS DE NOCHES CON DANZA Y TEATRO
Veinticinco años no es cualquier cosa si hablamos de una sala de teatro en un ambiente en que los apoyos públicos a las artes no estaban definidos hasta hace poco.
Dirigido por Lucho Mueckay, Sarao fue desde el inicio el espacio de la danza contemporánea en Guayaquil, y desde 2011, es la sede de Dansedumbre, encuentro anual que convoca a autores y grupos internacionales que durante dos semanas presentan en la ciudad sus espectáculos de danza.
Pero Sarao no deja de ser una sala de teatro: actores y dramaturgos reconocidos de la escena nacional como Cacho Gallegos, Santiago Roldós, Juan Coba y otros han pasado una y otra vez por sus tablas, cuyas carteleras se llenan de programa cada semana.
Impulsor de la Maratón del Humor, Sarao es además un espacio para la comedia. Normal para un lugar cuyo fundador interpreta a un personaje emblema del humor en el país: la profesora Norma Lixta, con la que Mueckay se mantiene en las tablas con regularidad.
Y es Norma Lixta, precisamente, la encargada de celebrar esta noche, con un monólogo, los 25 años del Centro Cultural Sarao, en el MAAC Cine, a las 20:00.
http://www.telegrafo.com.ec/cultura1/item/de-nada-sirven-infraestructuras-sin-formacion-artistica.html


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